
Hay muertes que parecen imposibles. Como si una parte del mundo se detuviera y nos obligara a mirar hacia atrás para entender de dónde venimos. Murió a los 89 años en su casa de las montañas de Utah.
En Villa Devoto, Ciudad de Buenos Aires, funciona un espacio único que reúne tarot, numerología, astrología y terapias florales en un entorno pensado para acompañar procesos de introspección y autoconocimiento.
News17/09/2025Por Florencia Belén Mogno.
En un mundo que parece acelerarse día a día, el interés por herramientas que ofrezcan pausa y significado creció de manera notoria. Las personas buscan espacios donde puedan encontrar nuevas perspectivas y donde la dimensión simbólica adquiera otro valor para acompañar los procesos vitales.
Las disciplinas esotéricas, hoy se miran con otros ojos y se integran como parte de un camino de desarrollo personal. La expansión de estas prácticas se potenció como forma de construir refugios internos cuando lo externo se torna incierto.
Dentro de este escenario se inscribe la creación de la Casa Esotérica Conejo Blanco, la primera en su tipo en la Argentina, que abrió sus puertas en el barrio de Villa Devoto. Su fundadora, la especialista María Eugenia Kromholc, dialogó con Grupo Mediatres, para compartir su recorrido personal y reflexionar sobre el lugar que ocupan hoy estas disciplinas en la sociedad.
El mundo desde una perspectiva diferente
Para comenzar, ¿cómo fueron tus primeros acercamientos al mundo esotérico y qué experiencias sentís que marcaron el inicio de este camino multidisciplinario que hoy desarrollás?
M.E.K: Mis primeros acercamientos fueron como quien tropieza con un hilo invisible. No hubo un inicio puntual sino una serie de llamados: libros que aparecían, conversaciones que dejaban ecos, símbolos que se repetían en sueños. El tarot llegó temprano, como un lenguaje que ya conocía de alguna vida anterior. Después vinieron las flores, los números, la alquimia de las palabras. Todo se fue entrelazando sin que yo lo buscara con estrategia: más bien me dejé arrastrar por lo que se revelaba. Creo que lo que marcó el camino fue la certeza de que lo simbólico no es adorno, sino la médula de la vida.
Tu recorrido abarca el periodismo, la escritura, el tarot, la numerología, las terapias florales y hasta la psicología. ¿Qué lugar ocupa cada una de esas disciplinas en tu vida y cómo lograste integrarlas en una propuesta coherente?
M.E.K: El periodismo me enseñó a investigar, a no conformarme con lo superficial. La escritura es mi casa, el lugar donde todo se ordena. El tarot me da imágenes para atravesar lo indecible; la numerología me muestra la arquitectura oculta; las flores me enseñan que toda herida puede encontrar un remedio en la naturaleza. Y la psicología, ahora en estudio, me da un mapa académico para dialogar con aquello que siempre sentí desde lo arquetípico. La coherencia surge porque todas estas disciplinas hablan de lo mismo: de cómo el alma busca sentido.
Si tuvieras que describir brevemente al tarot, a la numerología y el esoterismo, ¿qué podrías contarnos de estas disciplinas?
M.E.K: El tarot es un espejo vivo: cada arcano es una puerta. La numerología es la gramática secreta de ese espejo, la cifra que sostiene la imagen. Y el esoterismo, más que una disciplina, es una mirada: la disposición a leer la realidad como un texto simbólico donde nada es casual. A diferencia de lo exoterico —que ofrece dogmas y mandatos, indicaciones de lo que “hay que hacer”—, lo esotérico propone un viaje hacia adentro: escucharse, reconocerse, interpretar los símbolos como mensajes que se despliegan en diálogo con el alma. Es el pasaje de obedecer una norma a descubrir un sentido.
Por otra parte, durante la pandemia nació Tienda Esotérica Conejo Blanco, que después se convirtió también en un espacio físico. ¿Cómo surgió esa idea y qué buscaste construir a través de ese lugar?
M.E.K: Conejo Blanco nació como una invitación a salir de la madriguera. En plena pandemia, lo habitual estaba cargado de miedo e incertidumbre; quedarse ahí era permanecer en un afuera que se desmoronaba. La propuesta fue abrir una puerta hacia un lugar distinto, donde lo simbólico pudiera dar sentido a la experiencia. El tarot, la astrología y la numerología se volvieron brújulas en ese tiempo, no tanto para predecir como para acompañar. Porque cuando lo externo se derrumba, lo único firme es el viaje hacia adentro. Y si ese lugar al que se llega es uno mismo, nunca puede estar mal: siempre será tierra firme, incluso en medio del caos. Conejo Blanco fue, y sigue siendo, ese pasaje simbólico hacia otra visión posible.
Asimismo, brindas talleres, consultas y clases, ¿qué tipo de dinámicas desarrollás con quienes participan?
M.E.K: Trabajo siempre con la idea de experiencia. No se trata de transmitir datos para que se memoricen, sino de abrir un campo donde cada uno pueda encontrar un espejo propio. Uso cartas, números, mitos, ejercicios simbólicos; la dinámica es más ritual que pedagógica.
La experiencia académica no debería ser repetir de memoria un concepto, sino buscar la forma de que quien quiere aprender lo encuentre dentro suyo y que aflore como un descubrimiento propio. En mis talleres, lo importante no es lo que yo digo, sino lo que en cada participante se despierta: que el símbolo hable, que la imagen se convierta en llave, que la pregunta se vuelva guía.
Por último, ¿en qué proyectos estás trabajando actualmente y para el futuro?
M.E.K: Ahora mismo estoy preparando mi ponencia para el 7° Congreso de Tarot que este año se llevará a cabo en Mar del Plata el 1 y 2 de noviembre, donde hablaré de la numerología del tarot y del número 7 como columna vertebral del mazo. Acabo de terminar de escribir un libro, que espero que pronto esté disponible, y ya estoy investigando sobre el próximo.
Además, acaba de arrancar el grupo de estudio "7 para el tarot", un espacio presencial, acotado y seleccionado, donde cada integrante forma parte de un pequeño círculo de aprendizaje casi como una sociedad hermética de estudio. Será en nuestra casa, un lugar íntimo donde podemos profundizar sin prisas, como si cada sesión fuera un rito de descubrimiento compartido. Paralelamente, sigo trabajando en proyectos que todavía no tienen nombre ni forma definida, exploraciones que surgen del símbolo y de la intuición, que aparecerán cuando el tiempo y el misterio lo indiquen. Quiero que quienes se acerquen sientan que siempre hay algo por descubrir, un espacio donde el conocimiento se abre más que se impone, y donde cada paso es un gesto de encuentro con lo inesperado.
Fuente fotografías: María Eugenia Kromholc.
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