
“Fausto y lo Femenino Eterno”: una puesta que resignifica el mito con poesía y ruptura escénica
News02/05/2025La puesta se presenta todos los sábados a las 20 hs en la Sala Inda Ledesma del Espacio Experimental Leónidas Barletta.
A través de la mirada queer y la memoria histórica, la obra de Martina Ansardi reivindica la identidad de quienes luchan por su derecho a existir y a ser en el mundo.
News02/05/2025Por Florencia Belén Mogno.
La libertad de ser une a la valentía con el deseo. Lejos de los relatos domesticados sobre la identidad, hay cuerpos y voces que han hecho de la lucha por ser quien se desea ser, un modo de existencia tanto político como poético. Es entonces en ese terreno donde se gesta una nueva forma de narrar el orgullo: desde la afirmación gozosa y punzante de lo que no entra en los moldes que la sociedad quiere o pretende instalar.
En este contexto, el arte escénico ha sido históricamente un espacio de resistencia y de visibilización. Una trinchera para aquelles que luchan por reafirmar la identidad que sienten y eligen, no la que les fue impuesta. Así, cuando el teatro decide mirarse en el espejo de la diferencia, ilumina y se convierte en motor para impulsar a las sociedades a entender definitivamente que el valor más importante es el respeto hacia les demás.
En ese cruce entre el deseo, la disidencia y la urgencia de reafirmar la identidad elegida se inscribió La transfiguración de Miguelito Pepe, un unipersonal escrito y dirigido por la artista y referente por los derechos de la comunidad travesti-trans y no binaria, Martina Ansardi, que se estrena este domingo 4 de mayo a las 21 en el espacio Páramo Cultural (CABA).
En ese sentido, Grupo Mediatres dialogó con la artista quien compartió las claves de esta propuesta que, atravesada por la estética queer, el humor y la emoción, indaga y aborda la construcción de la identidad, la masculinidad impuesta y la potencia transformadora del arte.
La transfiguración de Miguelito Pepe está inspirada en el mundo ficcional del escritor chileno Pedro Lemebel, e interpretada por Tuco Richat con el acompañamiento musical de Guadalupe Sánchez. Además, la puesta también rinde un homenaje a la activista trans Mariela Muñoz, quien fue pionera en la lucha por los derechos de la comunidad ttans en Argentina.
Una propuesta para la reflexión
En principio, ¿cómo vienen preparándose para lo que va a ser La transfiguración de Miguelito Pepe?
M.A: Para los ensayos nosotros laburamos mucho sobre el cuerpo del actor, del intérprete principal, que es Tuco Richat. Es un gran actor y, como es un unipersonal, va a estar solo en escena. Si bien hay una cantante que lo acompaña, que es Guadalupe Sánchez, que va dentro de la obra, va a interpretar cuatro arias de repertorio clásico de ópera cantada en vivo que interactúa con el cuerpo del intérprete. Entonces, laburamos mucho con esos estados: los estados primero, y después los personajes. Porque Tuco interpreta a cuatro personajes distintos, y los hace muy bien gracias a que laburamos profundamente la construcción de cada uno de ellos. Todos pertenecen a una misma narrativa; la obra está contada en tercera persona, está contando un relato que sucedió en el pasado. Entonces, también para Tuco fue un desafío poder salirse de esa voz narradora para poder meterse en la escena, al mismo tiempo que va narrando un hecho que ocurrió en el pasado. Así que fue un trabajo de ensayos largos. Nosotros hacemos ensayos de seis horas para poder encontrar para poder generar esta investigación que requiere ponerse en el cuerpo de varios personajes en una hora que dura la obra. Además, accionando una escenografía que está presente constantemente, porque construimos una escenografía que se puede transformar en un montón de cosas. La idea era poder jugar mucho con la escenografía, y eso también lleva mucho ensayo para que todo quede muy prolijo y se desarrolle de la mejor manera posible, y explotar a full las dos posibilidades: las posibilidades del cuerpo del actor y la posibilidad de manipular la escenografía.
La obra es un texto tuyo y además estás a cargo de la dirección, ¿cómo fue para vos este proceso?
M.A: Escribir, para mí, es un acto bastante liberador, sobre todo cuando escribo sobre mi comunidad. Es un acto catártico. Me resulta muy difícil dirigir mis textos, de hecho no me gusta mucho dirigir mis propios textos, pero a este texto le cobré tanto cariño y sentí que la obra estaba tan conectada conmigo que no quise cedercela a nadie para que la dirija. Me pareció que tenía que hacerlo yo, sobre todo porque tocaba temas que tienen que ver con algo tan particular, como la vida de una persona trans, reprimida, oculta, que no se muestra por miedo y por las operaciones del mundo, y que pocos conocen. Entonces dije: “bueno, esta me toca”. Además también la produzco. Sintonía Producciones es la productora que dirijo en conjunto con un. socio, así í que tengo tres roles en la obra: productora, directora y dramaturga. Esa es la apuesta mayor, y estoy muy contenta con todos los resultados. Estoy segura de que el público también lo va a estar. Con la obra tenemos el apoyo institucional de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático de Buenos Aires, la EMAD, que es donde me egresé yo como directora de teatro y ya cuenta con un subsidio de la ciudad, que es el Proteatro. Nos otorgaron ese subsidio para poder realizarla, y estamos presentándonos nuevamente porque la obra está pensada para ser itinerante. Por eso la escenografía también es bastante transportable, para poder hacerla no solamente en varios lugares sino también en espacios no teatrales. Queremos poder meter la obra en espacios no convencionales, porque también cuenta con un dispositivo lumínico interno que le permite al actor estar iluminado todo el tiempo mientras actúa. Eso hace que la obra no necesite luminarias de teatro para poder funcionar, y esa es la idea: poder ir a todos lados con esta obra."
¿Cómo fue el proceso de construcción del texto, personajes y el universo que se presenta en la obra considerando también el vínculocon el mundo de Pedro Lemebel?
M.A: Desde que conocí a Pedro hace muchos años y lo empecé a leer, para mí es un referente importantísimo tanto en literatura como en activismo LGTB. Es una persona que marcó mucho la historia de la comunidad queer en el mundo, y sobre todo en Chile. Ese activismo a mí siempre me conmovió, y a través de sus textos fui entendiendo bastante de su mundo, de lo que él hacía, decía. Todo eso me conmovió, sobre todo que sus textos no los conozca el mundo. Me resulta extraño que los textos de Pedro no sean más conocidos y me dolía mucho que haya tanta gente que no lo conozca, con la gran escritura que tiene. Entonces siempre quise visibilizar a ese gran activista y escritor, y al mismo tiempo me pareció un link muy interesante hacerlo con Mariela Muñoz, que también es una activista que hizo mucho por la comunidad travesti-trans. Le demostró al mundo que ser trans puede tener un montón de matices, que somos personas buenas, y que no se la reivindica tanto como a otras activistas como Lohana Berkins o Diana Sacayán. Entonces quería recuperar la memoria de estas dos figuras. Por eso el texto habla también sobre una transición. En el medio hay una persona que transiciona. No quiero spoilear mucho de qué se trata, porque justamente la sorpresa de todo esto es que la gente descubra quién es el personaje que transiciona dentro de la obra. Me pareció apropiado contarlo atravesado por el mundo de Pedro y con el homenaje a Mariela.
En relación con tu experiencia previa con La tempestad, que fue tu tesis de fin de carrera, ¿cómo sentís que te posicionó como escritora teatral y cómo comparás aquella experiencia con la que estás viviendo ahora con La transfiguración de Miguelito Pepe?
M.A: Cuando adapté La tempestad de Shakespeare fue un proceso más bien de interpretación y de reinterpretación. Tuve que leer y estudiar mucho. Por suerte, tuve la oportunidad de viajar a Londres, cuando estaba montando la primera parte de la obra que fue mi tesis en la EMAD. Pude ver al elenco oficial interpretar Sueño de una noche de verano, y ahí comenzó un proceso de investigación bastante fuerte sobre el autor. Fue más un proceso interpretativo y de traducción que de escritura. Primero tuve que entender a Shakespeare —que es muy complejo, y después adaptar esa obra para decir lo que yo quería decir y resultó en un cambio de género del protagonista, es decir, una vuelta de 180 a la obra. Pero creo que la esencia de lo que Shakespeare quería contar se mantuvo perfecta. Y La experiencia de La transfiguración es distinta, no solo porque es una escritura propia, sino porque tiene que ver con procesos de deseo, de haber crecido, de haber entendido cosas del pasado. También fue clave el trabajo con otros directores y dramaturgos, porque yo también soy actriz. Entonces tengo la oportunidad de estar del otro lado, escuchando cómo otros colegas dirigen, y aprendo muchísimo. Eso me encanta. Entonces la escritura de La transfiguración, más allá de su valor literario y de su construcción dramatúrgica pensada para un cuerpo, tiene esto de la recuperación de la memoria, que es tan importante en este momento. Así que, para la Martina escritora de 2025, esta obra fue un acto de recuperación de memoria y de emoción puesta en la escritura. Y eso me parece que se ve bastante en lo que sucede en escena
Por otra parte y en consideración de los temas que aborda la obra, desde tu lugar como artista y activista, ¿cómo pensás que el arte, y en particular el teatro, pueden funcionar como espacios de refugio o reflexión frente al contexto social y político actual?
M.A: Qué hermosa pregunta. Y es una pregunta que tiene muchas respuestas esperanzadoras. Vinculado mucho a la modernización o a esta cuestión de que se valora mucho la tecnología en este momento de la historia de la humanidad, y que se pondera mucho el tema de las inteligencias artificiales a la hora de pensar en el desarrollo productivo de cualquier sociedad. El teatro termina, en este momento, siendo como un patrimonio cultural intangible, súper potente. ¿Por qué digo intangible? Porque en sí no estoy hablando del teatro como expresión artística, sino del encuentro, del rito teatral previo al momento teatral. Que es el momento en el que uno asiste, hace una cola para entrar a un espacio teatral, convive con otras personas, se sienta en una butaca al lado de alguien que no conoce, se ríe junto a alguien que no conoce, genera un pacto de convivencia y de complicidad también. Porque el hecho teatral, como lo entiende Jorge Dubatti, un gran teórico del teatro, es un "convivio", en el que el espectador pacta con quienes interpretan la obra que le van a creer todo lo que vengan a contarnos, de la forma en la que vengan a contarnos. Y es un pacto de confianza, de creencia de nuevo en la humanidad. No solamente de creencia en quien está arriba del escenario, sino también de creencia en que podemos sentarnos uno al lado del otre, más allá de las diferencias que tengamos. Y eso es justamente lo opuesto a lo que hoy las grandes potencias económicas del mundo quieren para la humanidad. Porque ese imperialismo que está intentando dividirnos constantemente, está constantemente desarrollando nuevas tecnologías para que no tengamos que tener contacto entre humanos nunca más, para aislarnos unos de otros y que pensemos que el otro es una porquería, y que nos quiere hacer daño. Entonces, el teatro hoy es ese refugio, ese bastión que hay que sostener. Un espacio de resistencia fundamental en el que se representan hechos de la realidad, con una mirada y con una intención de transformación y de reflexión, porque todo hecho teatral lleva una reflexión. Entonces, me parece que es un acto de resistencia pensar la realidad de una manera creativa y reflexiva junto a otres, no en soledad. Y además, junto a otres en la presencialidad, en la convivencia física, en la confianza de que puedo estar cuerpo a cuerpo, en una butaca con alguien que no conozco, y que esa convivencia no me va a hacer daño, sino todo lo contrario: me va a unir en un acto de encuentro, de unidad, de diálogo silencioso, y que también permite nuevas miradas, nuevas reflexiones en conjunto. Creo que el teatro es un acto de resistencia hoy más que nunca, que hay que sostener, reforzar, financiar, impulsar, porque el encuentro humano hoy está en peligro. Y hay que sostener todos los espacios posibles para no perdernos en esa inmensa nube que nos copta y nos convence todos los días de que solos podemos, de que "soles" es el camino, de que la soledad es lo mejor que nos puede pasar, cuando está más que comprobado que el ser humano es un ser social, que si no tiene a otra persona que aunque sea le hable, termina muriendo.
Por último, ¿cuál es, para vos, la importancia de que existan obras como La transfiguración de Miguelito Pepe en el contexto actual que vivimos, tanto a nivel nacional como global?
M.A: Para mí todas las representaciones que se puedan hacer de la realidad del colectivo travesti trans, no binario, del colectivo LGTB, son súper importantes. No solamente en el teatro, sino también en el cine, en series.
La producción audiovisual hoy está dando un vuelco bastante grande en lo que tiene que ver con dar visibilidad a historias de una manera diferente, y eso, principalmente, me parece fundamental. Poder, por un lado, contar y mostrar la violencia, la estigmatización, la historia, tal vez en primera persona, de lo que le sucedió a la comunidad trans y LGTB durante toda la vida, desde la colonización. Pero también me parece súper importante que existan, que hayan y que convoquen personas trans para roles de decisión. Fuimos las personas trans quienes luchamos para que las historias nuestras se visibilicen, para que estén en el cotidiano de la gente, para que las personas puedan escuchar nuestras historias y que también las reciban con amor y con aceptación. Hay que valorar, financiar, sostener proyectos que, fundamentalmente, estén liderados por la comunidad travesti trans, LGTB. Pero no solo liderados, sino también que haya roles de decisión importantes en los que estemos nosotras. Por ejemplo yo no conozco otra directora trans en la escena porteña actualmente, excepto Daniela Ruiz, Rodrigo Arena y yo —y no significa que no haya personas trans que no estén capacitadas para dirigir o para liderar proyectos; es que no las convocan, porque no nos piensan en esos roles. Nos piensan siempre en roles como dándonos una oportunidad laboral de base, y eso también nos deja en una relación de poder bastante asimétrica, en la que nosotras no tomamos todas las decisiones sobre lo que se cuenta en la historia. Así que me parece que, sobre todo y fundamentalmente, necesitamos historias felices, historias de éxito. Necesitamos representaciones de historias de vida que nos hagan bien a nosotres. Pero también necesitamos personas trans y LGTB que estén liderando proyectos en roles de decisión, para que también esas historias sean contadas por nosotres.
Fuente fotografías: Entrevistada Martina Ansardi.
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